Petróleo y gas en el Perú:Los desafíos no están en el subsuelo, están en la superficie
El Perú tiene potencial, tenemos 18 cuencas petróleras, pero solo cinco vienen siendo explotadas.
Las metas son sueños con fechas de entrega. Cuando asumimos la gestión de PERUPETRO en mayo del 2018, nos planteamos la meta de incrementar la producción nacional de petróleo de 40,000 a 100,000 barriles al año 2023 y contribuir con ello a la demanda de energía que requiere el país para su desarrollo.
La meta es desafiante pero alcanzable, y los 100,000 barriles son posibles y viables, porque los recursos ya están descubiertos, los desafíos que hay que superar para hacerlos realidad no están en el subsuelo, sino en la superficie y pasan, por una parte, en gestionar adecuadamente variables sociales, ambientales, de operatividad y seguridad de la infraestructura.
Pero sobre todo se requiere voluntad política que permita construir una visión estratégica conjunta sobre el aprovechamiento sostenible de los hidrocarburos en el país. El Perú, debe aprovechar sosteniblemente todas sus fuentes de riqueza nacional para impulsar su desarrollo económico y para ello se requiere alinear los objetivos y metas de todos los sectores del gobierno actual. El acceso a una energía segura, confiable y a bajos costos, es clave para reducir la pobreza, aumentar la productividad y mejorar la competitividad.
Es por ello nuestra insistencia en incrementar la producción nacional de petróleo y gas, que de ninguna manera se contrapone al desarrollo de nuevas fuentes alternativas de energía, (eólica, geotérmica, solar, etc), sin embargo, si los recursos de petróleo y gas ya están descubiertos, es nuestra responsabilidad como país ponerlos en valor para beneficio de todos los peruanos.
La producción nacional viene disminuyendo desde hace más de 30 años, mientras que el consumo se ha incrementado, esto genera que seamos dependientes de las importaciones de petróleo y sus derivados. En el año 2018 el Estado gastó 17,000 millones de soles en importar petróleo y diésel, que no generan trabajo ni ingresos para el país, y más bien sí constituye un alto riesgo económico debido a la volatilidad del precio del petróleo.
Para empezar a reducir esta dependencia definimos en PERUPETRO tres ejes estratégicos: Maximizar la producción de campos en actual explotación, resolver contingencias de campos ya descubiertos y reponer reservas impulsando la exploración.
Su implementación ha empezado a rendir pequeños frutos, pero que evidencian que sí es posible: la declaración comercial de los Lotes 95 y 39 en la cuenca Marañón, realizadas en diciembre 2018 y marzo de este año; la próxima suscripción del contrato de Licencia del Lote 200 en Ucayali, una vez que el Ministerio de Energía y Minas realice el proceso de Consulta Previa. Asimismo, esperamos anunciar en las próximas semanas el próximo proceso de selección del Lote 201.
Además, la suscripción del Contrato de Licencia del Lote Z-64 con Tullow Perú, tras un amplio trabajo de relacionamiento y comunicación con autoridades, pescadores, asociaciones de base y población en Tumbes, como parte de las medidas complementarias de participación ciudadana establecidas por el gobierno para la aprobación de este contrato.
El Perú tiene potencial, tenemos 18 cuencas petroleras, pero solo cinco vienen siendo explotadas, y en la mayoría de las Cuencas, la exploración está en una etapa inicial, por lo que es posible aun descubrir nuevos recursos de petróleo y gas mediante la aplicación de procesos y tecnología moderna. Los campos petroleros, como la vida misma, van madurando y nos genera retos que debemos enfrentar con tecnología y eficiencia. El 90 por ciento de la producción nacional proviene de campos maduros, como es el caso de Talara con más de 100 años de producción continúa, y en el caso de la Cuenca Marañón con 50 años.
Frente a este escenario, necesitamos generar los incentivos adecuados para atraer inversiones socialmente responsables. A pesar de nuestro potencial de hidrocarburos, en los últimos años hemos quedado rezagados en la atracción de inversiones, a niveles de Bolivia, Ecuador y Venezuela, muy lejos de Brasil, Colombia, Argentina y México, países que han sido capaces de adaptar sus políticas de Estado para atraer inversiones.
Es por ello la necesidad de modernizar la Ley Orgánica de Hidrocarburos, porque permitirá equiparar las condiciones contractuales que ofrecen países con los que competimos en atraer inversiones. La modernización de la Ley debe considerar el aseguramiento de un comportamiento ambiental y social moderno y sostenible de las empresas operadoras que permitan minimizar los impactos negativos al ambiente. La nueva Ley deberá considerar también la creación de un Fondo Social que permita la priorización de obras y proyectos en las comunidades de la zona de influencia directa, reduciendo con ello las brechas de desigualdad social.
Nuestro país se merece una industria de hidrocarburos moderna, próspera, que atienda de manera eficiente la demanda de energía necesaria para el desarrollo del país, que contribuya a reducir la dependencia de las importaciones y que sea generadora de puestos de trabajo. La industria de hidrocarburos es un motor de desarrollo económico que debe ayudar a cerrar brechas sociales a través de una correcta utilización de los recursos que genera el canon y sobrecanon.
Hoy más que nunca se requiere definir una visión país sobre seguridad energética y viabilizar un compromiso nacional transversal, SOCIEDAD – ESTADO – EMPRESAS, que permita impulsar el aprovechamiento sostenible de nuestros recursos, hoy en el subsuelo, para llevarlos a la superficie y ponerlos en valor en beneficio y bienestar de todos los peruanos.
Este artículo apareció en la edición n° 11 de la revistaenergia.pe,
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