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Transición energética post-COVID un proceso inaplazable

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COVID-19 ha puesto al filo del abismo al capitalismo global y, por tanto, al sistema energético que suministra el combustible fósil necesario para el funcionamiento del gran taller globalizado de producción de bienes y servicios.

El capitalismo peruano, neoliberal, periférico y subdesarrollado, con su resignado rol suministrador de recursos naturales primarios, no escapa a la onda expansiva del COVID-19. Ante la gravedad y peligrosidad de colapso global capitalista es ineludible iniciar un proceso de elaboración de una estrategia a largo plazo de transición energética que, además, se sustente en una reestructuración del modelo económico. Un modelo económico que después de décadas de crecimiento no ha conseguido cohesionar socialmente al país ni mucho menos sentar las bases de creación de empleo sostenible que permita superar la informalidad galopante.

Al igual que hace más de 500 años, un virus exógeno invisible podría iniciar un proceso de colapso y cataclismo social en el Perú, está vez no traídos por astutos espadachines semi-ignorantes, ávidos de las riquezas del Tahuantinsuyo, sino por modernos aviones de pasajeros, símbolo inequívoco de la globalización del transporte aéreo petrolizado. Es innegable que el proceso de transición energética y económica del país deberá ser controlado y gestionado de forma inteligente, planificada y secuencial para minimizar el inexorable grave impacto en la economía nacional del COVID-19, que será indudablemente trasladado a las clases menos pudientes.

La creación de un nuevo modelo energético y económico no es una novedad reciente, países como Francia, México, España y Chile ya disponen de entornos normativos, dirigidos a transformar el modelo energético, eso sí, con mayor o menor énfasis en aspectos económicos asociados. En este sentido, existen experiencias legislativas a revisar y avaluar, que sirvan de sustento para la elaboración de un entorno normativo nacional de urgencia ante el cambio climático, transición energética y crecimiento económico estacionario, circular y sostenible controlado. A esta ecuación hay que incluir un escenario futuro de convivencia a largo plazo con el COVID-19.

El Estado peruano ha demostrado en innumerables ocasiones su incapacidad de evaluar las tendencias globales de transformación del modelo energético y visión a largo plazo que le impide adoptar las decisiones adecuadas. Para muestra un botón. El último Plan Energético Nacional 2014-2025 tiene como objetivo que, en el año 2025, el 80% de la energía primaria estará compuesta por petróleo y gas natural. Así, no queda otra opción que proponer a la sociedad peruana a iniciar un proceso de construcción de las bases de transformación del modelo energético y económico, partiendo de un análisis de la realidad energética nacional y de los errores y horrores del Estado peruano en temas energéticos.

Entre los temas más importantes a tratar en el proceso de construcción de una estrategia de transición energética, en orden de importancia, destacan:

  • El desacoplamiento de la economía nacional de los recursos fósiles, especialmente del sector de transporte de personas y mercancías, en las ciudades y entre ciudades, así como de las actividades e industrias agrícolas y ganaderas.
  • El asentamiento de un estilo de vida basado en la sencillez y sobriedad energética y el consumo inteligente responsable, que implique una reducción del consumismo opulento.
  • La gestión integral de los residuos sólidos urbanos y de aguas residuales, priorizando la reutilización, reciclaje y valorización energética de los residuos.
  • La minimización de los desperdicios, en especial de los desperdicios alimentarios, que debería incluir la prohibición del uso de bolsas de plásticos, obtenidos de derivados del petróleo.
  • El diseño y construcción de edificios e infraestructuras, así como la rehabilitación y renovación del parque inmobiliario, dirigidas a minimizar desde la concepción el consumo de energía.
  • La creación de un entorno normativo para la realización de auditorías energéticas e implementación de planes y acciones de ahorro y eficiencia energética en los sectores residenciales, comerciales e industriales.
  • La maximización de la integración de energías renovables gestionables y no gestionables en el SEIN, así como en las redes de distribución.
  • La construcción de redes inteligentes de distribución y generación distribuida.
  • El acceso a la energía y a la educación virtual de las zonas rurales aisladas del país.
  • La construcción de un modelo económico post-petróleo y post-COVID-19, estacionario, circular y sostenible, basado en la re-ruralización y la priorización de actividades económicas.

A Puertas de Colapso Petrolero Global

Evidentemente, de todos los temas propuestos, el más acuciante y urgente es el desacoplamiento del transporte de mercancías y personas, entre ciudades y en las ciudades, de los derivados del petróleo y gas natural. Un colapso del sector petrolero mundial implicaría para el Perú la interrupción del flujo comercial y de servicios esenciales, así como la de profundización de las latentes tensiones sociales y exacerbación de propuestas políticas radicales. Es importante recordar que el Perú no es un país productor de petróleo. La producción nacional ha caído de 61 mil barriles diarios, en promedio, en el mes de febrero a 31 mil barriles el día 15 de mayo. En el año 2018, el consumo promedio diario de derivados del petróleo superó los 230 mil barriles diarios.

Por otro lado, entre los factores dinamizadores globales de un probable colapso del petróleo en un futuro cercano se deben destacar:

  • El acelerado declive de la producción de los yacimientos petroleros maduros, agudizado por el impacto del COVID-19 en la economía global. Según la Agencia Internacional de la Energía, IEA, el declive de la producción de petróleo será del orden el 4,5% entre los años 2025 y 2040.
  • Por otro lado, las proyecciones de la IEA advierten de la reducción de las inversiones de las empresas petroleras en la exploración de nuevos yacimientos de petróleo. Por tanto, en un futuro a corto plazo, la falta de nuevos descubrimientos de yacimientos de petróleo acentuará el desequilibrio global entre oferta y demanda.
  • El quiebre de las empresas americanas de fracking, que implicaría una reducción de producción diaria de crudo de 6 millones de barriles, con el correspondiente aumento del precio internacional del crudo. Sin contar la muy probable reducción de la producción de arenas bituminosas de Canadá y petróleos extrapesados de Venezuela.
  • Los grandes productores de petróleo como Arabia Saudí y Rusia no desaprovecharán la oportunidad de eliminar un potencial competidor de crudo a escala global, manteniendo durante un tiempo prudente el control de los precios internacionales en niveles bajos.
  • El límite técnico de capacidad de reducción de la producción de crudo, impulsada por la reducción del consumo mundial de combustibles, 30 millones de barriles diarios en mayo, según la IEA. Cuando se alcance el límite de capacidad de almacenamiento de crudo, los países productores deberán reducir la producción de sus pozos, aumentando la presión en los reservorios y, por tanto, afectando la porosidad de los yacimientos. Las empresas petroleras deberán incrementar sustancialmente la inversión de los pozos petroleros para alcanzar niveles de producción previas. Por tanto, esa inversión adicional se deberá reflejar en los precios internacionales del crudo.
  • En un escenario futuro de agotamiento del petróleo y desequilibrio de producción, evidentemente, serán los países importadores de crudo los que se llevarán la peor parte ante incrementos desorbitados de los precios internacionales. Entre esos países se encontrará el Perú.

Movilidad Sostenible, Electrificación del Transporte e Industria Nacional

La inexistencia de una estrategia estatal para abordar los riesgos de desequilibrio del mercado global de petróleo posiciona al Perú en una situación de riesgo de continuidad de suministro de crudo y de derivados del petróleo.

El transporte de personas y mercancías, entre ciudades y en las ciudades, se verá afectada por un desequilibrio global de oferta y demanda del mercado de petróleo. Por tanto, es indispensable plantear alternativas, más que conocidas, comprobadas y contrastadas para la reducción del consumo de petróleo, con el objetivo a largo plazo de desacoplar la economía del sector transporte.

  • El Estado deberá priorizar la creación de un sistema de movilidad sostenible y el uso del transporte público frente al vehículo privado.
  • La priorización de la construcción de infraestructura de paseos peatonales y ciclovías, que evidentemente debería conducir a la reducción del espacio asignado al transporte privado. Además, el empleo de la bicicleta para el desplazamiento en las ciudades es una excelente medida de distanciamiento ante el hacinamiento del transporte público.
  • La promoción del uso de ciclovías para el acceso a lugares de trabajo con la entrega de una remuneración económica o la posibilidad de poder cambiar kilómetros por días de trabajo en casa.
  • La electrificación del transporte en las grandes ciudades con la construcción de infraestructura de transporte destinada a la circulación de tranvías, trenes ligeros y autobuses eléctricos.
  • Entre ciudades, la única solución para garantizar el transporte de personas y mercancías será la construcción de un sistema ferroviario entre ciudades de la costa y sierra a plazos acelerados. El Estado peruano deberá elaborar un Plan de Construcción de Trenes e invertir en la construcción de un sistema de transporte electrificado, que podría servir como eje revitalizador de la economía nacional.
  • La creación de una industria nacional de reconversión y reciclaje de vehículos con motores de combustión a eléctricos en una fase inicial, así como la creación de una industria ferroviaria a largo plazo, con una fuerte inversión y presencia estatal.
  • La electrificación del transporte público debería plantearse como un sector estratégico de creación de una industria local, que podría absorber a la población que actualmente trabajo en el sector del transporte púbico, previa capacitación técnica y ética.
  • Los elevados precios del petróleo asestarán un golpe mortal al transporte privado local, que conjuntamente con una política de desmotivación permitiría reducir al mínimo el uso del transporte privado en las ciudades.
  • La prohibición de la venta, matriculación y circulación de vehículos con motores de combustión aceleraría el desplazamiento del uso de derivados del petróleo en el sector transporte.
  • Los biocombustibles de tercera generación podrían emplearse en sectores especiales como aviación, defensa del territorio nacional, seguridad y salud. En este sentido, se deberá realizar una importante inversión estatal para la producción de biocombustibles de tercera generación.

Conclusiones

Un análisis de la probable evolución de la industria petrolera en el mundo desvela la existencia del riesgo de colapso energético en un horizonte no muy lejano, debido al desequilibrio entre oferta y demanda. Las causas de un probable desequilibrio en el mercado de crudo son el declive de la producción en los grandes yacimientos maduros, la quiebra del negocio del fracking americano, la falta de inversión en la exploración de nuevos yacimientos, la drástica reducción del consumo mundial de crudo, las limitaciones técnicas de la reducción de la producción de crudo en los pozos petroleros y las intrigas geo-energéticas de las grandes potencia petroleras del mundo, Rusia y Arabia Saudí.

El Perú no dispone de una estrategia de transición energética a largo plazo, que aborde de forma inteligente y planificada el desacoplamiento de la economía nacional del petróleo. Al contrario en la última década el Perú ha apostado por la construcción de una nueva refinería así como por la construcción del gasoducto sur peruano, que sólo incrementarán la dependencia de los recursos fósiles en un escenario futuro de agotamiento y volatilidad de precios. El COVID-19 ha reabierto la necesidad de iniciar un proceso de elaboración e implementación acelerada de una estrategia de transición energética. El debate está abierto.

Autor:

Alberto Ríos Villacorta

Consultor en Energía.

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